Sur Sudán, Somalia, Liberia y Ruanda son los escenarios donde transcurre este libro escrito como una crónica periódistica sobre el abandono del África posterior a la Guerra Fría, donde el genocidio, los ejércitos de niños soldados, la pobreza, la enfermedad, el expolio de los recursos, la violencia sobre la población civil, la desesperanza y la rabia son el telón de fondo de un texto que se convierte en una reflexión sobre la condición humana, el oficio del reportero y la responsabilidad que el mundo rico tiene en el continente más pobre de la tierra.
Solemos presentar a aquellos que sufren -escribe el autor mientras se dirige en una avioneta hacia Sur Sudán- como seres molestos, quizá para apartar la idea de que algo similar pueda ocurrirnos algún día a nosotros, como ya nos sucedió en el pasado: así es el sentimiento que preside nuestra relación con África, un sentimiento no admitido de que es preferible ignorar lo que no podemos soportar, ignorarlo, también, porque, de saberlo, no podríamos soportarnos a nosotros mismos.
África, la masa de tierra que acoge los mayores desiertos y grandes ríos, se baña en dos océanos y soporta el sur del Mediterráneo, es la gran pisoteada de la globalización. Escenario en su más reciente historia de las luchas imperialistas de las potencias occidentales, éstas al marcharse han creado en sus pueblos y en sus mapas divisiones artificiosas y han sembrado complejos que siguen lastrando su progreso; tal es el caso de la distinción, sin base real ni histórica, entre hutus y tutsis.
El libro, estructurado en cuatro capítulos, se centra en las masacres ocurridas en Ruanda en 1994 y en la situación padecida por diversos países del continente a lo largo de la última década del siglo XX: Sudán, Somalia, Liberia y la propia Ruanda. Otros libros abundan mejor en el desarrollo de las tramas políticas y en las causas estructurales de la quiebra de los estados, pero en éste de Bru Rovira hemos encontrado un rostro humano, la vivencia directa de las situaciones y la cercanía a sus protagonistas. Áfricas se convierte así, especialmente, en un friso de supervivientes en un barco sin rumbo, de ciudadanos sin estado, como los habitantes de Somalia, entregados a la arbitrariedad de los Señores de la guerra. Personajes que si nos conmueven es porque antes han sido conmovidos y rotos por la ineptitud de unos, el odio de otros y la pasividad de quienes tenían en su mano las llaves de las soluciones.
Ati.
sábado, 17 de mayo de 2008
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